domenica 14 ottobre 2012

La quijada o carachacha

La quijada o carachacha
Este es uno de los instrumentos más caracterizadores de la sonoridad mestiza afro-peruana.  Hay documentos sobre su uso desde siglo XVIII, que connotan un  arraigo popular sostenido hasta el presente,  a pesar de la condición prácticamente marginal en que tuvo que sobrevivir hasta hace pocas décadas.  Aparte del término convencional de quijada, el pueblo le adjudicó otros de carácter onomatopéyico como carachacha, charrasga, carraca, carrasca, charaina, etcétera.  Sin embargo, hoy  se usa más comúnmente  el término quijada o quijada de burro (aunque no sea sólo de burro). En inglés se llama donkey jawbone.

No sólo en el Perú se toca.  También está documentado su uso en Cuba (donde acompaña el son y el punto), República Dominicana, Haití, en la costa Pacífico de Colombia (como el Chocó), Costa Rica, sur de México (Oaxaca en la costa Pacífico y Veracruz en la costa Atlántica),  en Guatemala, Belice (donde acompaña, junto a tambores, la música buru), y en Chiloé (sur de Chile).  En algunos países su uso ha cobrado fuerza en décadas recientes:

  • ...Años atrás, las quijadas de burro se veían sólo en los potreros, semienterradas y en medio de algún hormiguero, sin embargo, a partir de que en algunos países hispanoamericanos se empezó a utilizar como instrumento musical, se han convertido en un objeto comercial... [Al son de la quijada -  Tlacotalpan, Veracruz]
En otros, se habla de la recuperación de este instrumento, que había caído en desuso, como en Costa Rica.   Este es un terreno aún muy movedizo, precisamente por la escasa investigación especializada  (histórica y musicológica) que el humilde maxilar ha merecido.   El denominador común es la casi nula investigación de su periplo americano y su evolución performática, siendo pocas ideas las que se tienen por seguras: que se trata de un instrumento afro-americano, y que se usa para acompañar música mestiza afro-americana (entendiendo lo afro-americano por lo afro-latinoamericano).  De todos modos, habiendo una muy alta probabilidad de esta certeza, creo que esto puede ser aún revisable; habría que indagar más en la historia musical hispana, e incluso de la costa occidental africana y el Magreb. Es claro que este instrumento debió surgir en una cultura cuya economía tenía incorporado sistemáticamente el uso de la fuerza motriz de los animales de que provenía (caballos, mulas, burros, asnos), y cuyo entorno geográfico debía ser predominantemente árido y seco, condición que podía propiciar su espontáneo descubrimiento.

Referencias históricas en el Perú: 

Tenemos varias referencias textuales e iconográficas sobre el uso histórico de este instrumento.  El texto más temprano conocido a la fecha es de 1775, de Carrió de la Vandera  (Concolorcorvo), quien consideró la música de los negros mucho más grosera que la de los indios, en particular la producida por esos maxilares chirriantes, que le sonaban destemplados:

  • ...Las diversiones de los negros bozales son las más bárbaras y groseras que se pueden imaginar. Su canto es un aúllo. De ver sólo los instrumentos de su música se inferirá lo desagradable de su sonido. La quijada de un asno, bien descarnada, con su dentadura floja, son las cuerdas de su principal instrumento, que rascan con un hueso de carnero, asta u otro palo duro, con que hacen unos altos y tiples tan fastidiosos y desagradables que provocan a tapar los oídos o a correr a los burros, que son los animales más estólidos y menos espantadizos. En lugar del agradable tamborilillo de los indios, le ciñen un pellejo tosco. Este tambor le carga un negro, tendido sobre su cabeza, y otro va por detrás, con dos palitos en la mano, en figura de zancos, golpeando el cuero con sus puntas, sin orden y sólo con el fin de hacer ruido. Los demás instrumentos son igualmente pulidos, y sus danzas se reducen a menear la barriga y las caderas con mucha deshonestidad, a que acompañan con gestos ridículos, y que traen a la imaginación la fiesta que hacen al diablo los brujos en sus sábados, y finalmente sólo se parecen las diversiones de los negros a las de los indios, en que todas principian  y finalizan en borracheras.   [El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires, hasta Lima... Alonso Carrió de la Vandera - Concolorcorvo - 1775.  Edición de la Biblioteca Ayacucho.  Barcelona : 1985, pp. 175-176]
Fernando Romero encontró otra referencia textual en el Mercurio Peruano de 1791, que sería cuestión de buscar con paciencia aquí.  Las otras  referencias  son más bien iconográficas, tan o más elocuentes que los textos, siendo la más temprana, del  Códice Trujillo del Perú, elaborado entre 1782 y 1785:


Danza de Diablicos (Códice Trujillo del Perú - il. E145) 
Se observa la ejecución de tres instrumentos: guitarra, quijada y cajita

Desde las primeras décadas  del siglo XIX, Pancho Fierro trazó varias acuarelas con la danza del Son de los Diablos, de las cuales sólo se difunden masivamente unas cuantas.   Es preciso acotar que no todas las acuarelas atribuidas a Pancho Fierro salieron de su mano, pues tuvo muchos seguidores que han quedado en el anonimato; es claro que Pancho Fierro  no sólo legó una obra personal, sino un estilo para graficar estampas costumbristas de la época.  En casi todas ellas aparece el ejecutante de quijada o carachacha en primero o segundo plano, acompañado siempre de un ejecutante de cajita y frecuentemente de guitarra y de arpa.  Un par de ejemplos:



Danza de Diablos el Día de Cuasimodo
Colección de The Hispanic Society of América  
["Tipos del Perú. La Lima criolla de Pancho Fierro". Natalia Majluf, Marcus B. Burke. Madrid : El Viso, 2008, p. 120]


 Sigue el Son de los Diablos / (El diablo de la cajita) (1820)
[colección de la Pinacoteca Municipal Ignacio Merino - Municipalidad de Lima]

En este texto de Fernando Romero tenemos dos acuarelas de Pancho Fierro en que podemos ver  el Son de los Diablos con arpa y guitarra, además de las infaltables quijada y cajita.


Los documentos señalan que la quijada se ejecutaba en las fiestas coloniales de Corpus Christi y Cuasimodo,  que eso persistió a inicios de la república, y que se desplazó con más vigor desde fines del siglo XIX a inicios del siglo XX, a las fiestas de carnaval, donde ha quedado -en el aspecto ritual- hasta la fecha.  El género que acompaña la quijada es  principalmente el festejo, que engloba al panalivio y al Son de los Diablos.   En performances escénicas de décadas recientes, más sofisticadas, podemos ver la quijada acompañando ya no sólo festejos sino landós y otros géneros.


Aspecto físico

Se trata de un maxilar inferior que perteneció alguna vez a algún buen  burro, mula, asno o caballo.  Este maxilar debe tener los molares posteriores aflojados de sus alvéolos, no así los caninos frontales. Una  zona entre los molares y caninos, en la parte de la barbilla,  queda libre, para que la mano del ejecutante pueda sostener el instrumento por esa parte.   Como varios otros  instrumentos de la música afroperuana, éste surge de reutilizar algo que está en desuso o descartado (ha sido el caso también del cajón y de la cajita).  En este caso, el factor climático jugó su rol.  Las osamentas de los nobles animales de trabajo (de campo, de arrieraje...), que permanecían mucho tiempo a la intemperie,  bajo el sol  inclemente y entre el seco suelo costeño, debieron poner a punto esas quijadas, sin mayor tratamiento químico, descubriendo espontáneamente su sonoridad a quienes las manipulaban, personas humildes que carecían de monedas para comprar instrumentos, y que por ello debían inventarlos de las formas más heterodoxas e ingeniosas.


Don Nicomedes Santa Cruz explica  la forma de limpiar y aflojar los molares:



  • ...si al fin tenemos la suerte de conseguir una quijada, lo más probable es que no suenen sus molares por conservar adheridos, entre las piezas y alvéolos, restos momificados de carne.  Conviene entonces rociar ron de quemar sobre las muelas y prenderle fuego por unos instantes.  Repetir  esta operación varias veces y finalmente, remojarla bien en ron de quemar y dejarla en el techo o azotea para que seque al sol..  Al cabo de varios días de repetir esta última operación se advertirá que las muelas empiezan a aflojar y al menor golpe sueltan su peculiar sonido -carraquiento, de donde viene el onomatopéyico nombre de caracacha, hoy en desuso -. [La quijada de burro. Nicomedes Sata Cruz.  La Nueva Crónica - Suplemento.  Lima, domingo 11 nov. 1973, p. 19] 
En la costa peruana la quijada opera como instrumento de percusión e idiófono  a la vez, debido a las variadas formas de ejecución, por:
  • Golpe de mano
  • Percusión rítmica de mano
  • Sacudimiento (el ejecutante levanta el instrumento al aire y lo sacude)
  • Raspado (para esto se usa un complemento llamado raspador que puede ser una pieza de hueso, de palo -madera- o un peine)

 Áreas donde se ejecuta:


Según el Mapa de instrumentos musicales de uso popular en el Perú [Lima : INC, 1978, pp. 52-53], tenemos las siguientes áreas, que coinciden con las de las antiguas intendencias coloniales de Trujillo y Lima, sobre la costa centro-norte:

  • Ica: Chincha, Ica, Pisco
  • La Libertad: Pacasmayo, Trujillo
  • Lambayeque: Chiclayo, Lambayeque
  • Lima: Cañete, Chancay, Lima
  • Piura: Ayabaca, Morropón. Paita, Piura, Sullana, Talara.

El vibraslap


La modernidad globalizada ha producido un instrumento que emula el sonido de la quijada.  Fué inventado y patentado en 1997 por Martin Cohen, dueño de la compañía Latin Percussion, especializada en instrumentos de percusión.  Concebido como vibraslap, se comercializa también como donkey call o rattleslap.  A diferencia del maxilar tradicional, éste se hace de varios tamaños y materiales, por lo general, metal y madera.  Podemos ver detalles sobre este instrumento aquí.


Source: cantera de sonidos

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